El hueso no se rompe pero se deforma y se queda en esa posición deformada. Como un muelle al que estiras mucho y “pierde” su memoria de muelle.
Veremos un antebrazo deformado, con una curva. Sin embargo es posible que lo mueva como si no hubiera fractura y que no tenga excesivo dolor. No hay discontinuidad ósea, no hay movilidad de fragmentos.
Pero el hueso se ha deformado superando su capacidad elástica y ha empezado la deformidad plástica. Pensad en un muelle: si lo estiras o lo comprimes vuelve a su posición original. Si lo estiras mucho mucho mucho, se queda como un alambre curvado, no vuelve a ser un muelle como antes porque hemos superado su capacidad de recuperación (hemos superado su “constante de elasticidad”).
El periostio es una telilla que recubre el hueso. Esta telilla tiene las células que forman hueso en su estructura. Cuando se despega el periostio, como ocurre en estas fracturas por incurvación plástica, veremos que se pone a trabajar fabricando hueso. En dos semanas veremos en la radiografía que empieza a verse una tenue línea paralela al hueso. Es lo que llamamos reacción perióstica. Nos confirma que allí hubo un despegamiento perióstico por causa de la fractura (en esta situación que tratamos ahora).
Al alterarse la forma normal del hueso, se alterará la mecánica normal del hueso. En el antebrazo hay pronación y supinación. Si los huesos no están rectos, el movimiento de pronosupinación no se puede realizar completamente porque chocarían cúbito y radio. Por eso los traumatólogos infantiles tenemos que valorar si hay que “recolocar” una incurvación plástica o bien si es muy poca incurvación y no merece la pena tocarla.